Thursday, December 11, 2008

Una Carta Navideña - Navidad 2008




Navidad 2008 (versión en español)

Cada año, escribo una tarjeta navideña y se la mando a todos mis parientes y amigos y amigos de antaño para mantenerme siempre en contacto. Ésta es una tradición americana que a veces hacemos en vez de sólo mandar una sencilla tarjeta de navidad. La carta que sigue es la carta que yo mandé

Parte 1 – El Viernes Negro

Me dije que no iba a ir de compras. Me iba a quedar en casa y descansar eludiendo a la muchedumbre en los centros comerciales. Iba a evitar el tortuoso deambular por estacionamiento tras estacionamiento buscando en vano aquel lugar para aparcar. No iba a participar en el bullicio, en la locura del Viernes Negro, ese día que da inicio a la temporada de compras navideñas después del Día de Acción de Gracias, el día en el cual miles de personas enloquecidas madrugan a las 4 a.m. con los ojos entreabiertos para afrontar a un mundo vuelto loco que va en pos de cosas en rebaja. Éste es el día cuando el mundo pierde la razón y la cordura; es un día en donde reina el descuento. Les dije a mis hijos que no íbamos a gastar tanto para navidad este año debido a la crisis económica. Pero, también a mí me contagió la locura del Viernes Negro.

A las cuatro de la mañana del Viernes Negro, la hora cuando todas las tiendas adelantan su hora de apertura, alguien llama a la puerta de nuestro dormitorio – unas rápidas sucesiones de toques cortos en la puerta. No era la llamada de Hillary Clinton a las tres de la mañana; era mi hija Raeann, la que tiene 18 años de edad. Ella se ilusionaba con ir a las tiendas. Quería reponer su cámara con una cámara con estilo y de color rosado. La había visto en un anuncio del periódico el día anterior. Yo no me iba a levantar. Quería dormir. Jalé la colcha y me abrigué porque la colcha estaba bien calientita. Mi hija seguía tocando a la puerta cartera en mano en ristre, dispuesto a buscar esa cámara que la esperaba. Finalmente, mi esposa decidió ir con ella. Cuando regresaron a casa, como a eso de las 8, fuimos todos a Costco, porque allí es donde a mí me gusta ir de compras – pero sólo fuimos de escaparates o así lo pensamos.

Pasamos por la entrada de Costco, enseñamos nuestro carné de socio, (en Costco se requiere un carné de socio), y seguimos. De repente, vimos con el rabillo del ojo unos televisores 37" LCD de alta definición volando de sus escaparates por los ávidos compradores que los compraban porque a sólo 499 dólares (con un cupón de 100 dólares) era una verdadera ganga. Cogí uno de los dos que quedaban – ¡vaya! – estaba de venta. Seguí mirando a mi alrededor – vi que de cada dos carritos de compras uno llevaba un televisor. Me pregunté, "¿Qué pasó con esta ralentización económica?" Caminamos un poco más y vimos un reproductor de DVD, 90 dólares de descuento – apenas 189 dólares después del descuento. Ése iría bien con mi televisor 37" LCD de alta definición. Salimos de Costco.

Al llegar a la casa, dejé el televisor y el reproductor de DVD en su embalaje original. Cuando mi hijo llegó del trabajo, instaló el televisor y el reproductor de DVD Blue-Ray, pero se dio cuenta que no pudo instalar el sistema surround-sound porque el amplificador que uso para conectar todo tenía sus veinte años. Necesito un amplificador que use cables de fibra óptica. Así pues, salimos para Circuit City (tú sabes – esa cadena de tiendas que ahora está en bancarrota) para comprar uno a 30% de descuento del precio original. También tenía que comprar dos cables de fibra óptica por $26.98 cada uno. Creo que finalmente había terminado mis compras.

Así fue nuestro Viernes Negro. El total incluyendo impuestos ascendió a $1,235.00. Ese día sólo iba a descansar, relajarme, quedarme en casa y no gastar – pues nada – en todo fallé. Ahora me quedaba un problema, cómo decirles a mis hijos que no "íbamos a gastar tanto para navidad este año debido a la crisis económica."

Parte 2 – Todo lo demás



Hace muchos años que mi hijo, Jonathan (él que tiene un pie de plomo cuando maneja su automóvil) quiere comprar una motocicleta. Un día rumbo al restaurante donde solemos desayunar, me hace la pregunta, "¿Te molestaría si compro una moto?" Ya que es mayor de edad, le dije que "No, no me molestaría." Confiaba en mi sabiduría infinita porque creía que Jonathan no tenía suficiente dinero para comprarla ya que todavía tenía unas deudas. Me había equivocado. Durante varios días, Jonathan escudriñaba los periódicos, el Internet, y las revistas buscando esa "moto" que decía "¡soy yo!" Después de una semana, la encontró, una Buell hecha por Harley Davidson, y fue a comprarla. Después de comprarla, la moto quedaba en el garaje por dos meses mientras esperaba tomar una clase para aprender a conducirla. Le sugerí que tomara la clase en 2011 – Así no la manejaría por varios años, pero con una sonrisa desconcertada, dijo, "¡No te creas!" Prometió no ir a las autopistas durante un año, una promesa que había cumplido ummm, vamos a ver, apenas una semana. Ahora, conduce su motocicleta por todas partes. Lo bueno a su favor es que el combustible es más barato.

"¡anda, las tribulaciones de aprender a manejar (conducir para los españoles)!" reflexiona Raeann mientras cambia de carril en medio de la intersección sin darse cuenta (algo ilegal). Raeann cree que es hora de salir del nido. Éste es el año que Raeann cumplió los 18 años, y en su fiesta de cumpleaños, Raeann hizo varias preguntas a los asistentes a su fiesta para saber cuánto sabían de ella (un juego típico en fiestas así). Una pregunta era, "En Cuántas almohadas se sienta Raeann cuando maneja. Contestación: una. ¿Qué pasó con esos años tan inocentes cuando a los dos o tres años de edad, Raeann jalaba su pequeño carrito de compras de juguete y farfullaba con sonidos casi inteligibles, "voy de compras." Ahora, va de compras pero de verdad, y le gusta gastar, y lleva a la casa un amigo especial que llamaremos Alejandro. No lo llamaremos novio, porque eso querrá decir que tendría yo que aceptar la realidad que Raeann se ha convertido a una mujer. La vida va demasiado rápido y sólo quiero que se pare.

Jeanine y yo estamos empezando a sentir esos achaques que vienen que todos tendemos a sentir al entrar en aquellos años oscuros que ya ni queremos contar (todos los años después de los 29.) Un día a principios del año, me desperté muy adolorido del brazo derecho. Fui al doctor, y me dijo que tenía algo que se llama "hombro congelado" y que puede durar entre seis meses hasta dos años - ¿Qué? me
dije a mí mismo, "¿hasta dos años?" Durante seis meses, mi brazo era inútil; no lo podía mover sin dolor, no podía escribir a máquina, y no podía dormir a no ser que fuera en una posición vertical. Yo creía que era imposible dormir verticalmente a menos que fueras uno de esos murciélagos hematófagos que pasan la vida chupando sangre. Otra vez, me había equivocado. Para aliviar el dolor, me congelé el brazo, me lo calenté. Hice ejercicios de estiramiento. Fui a terapia física. Al fin y al cabo, casi me he repuesto de ese "hombro congelado", y ahora sólo espero la próxima dolencia. Jeanine tiene artritis en el hombro y túnel de carpelo en la mano derecha, y así sigue la vida.

Y ahora termina otro año, otra crisis económica (pues, tal vez todavía no), y otro ciclo de elecciones. Esperamos que todos estén bien, y esperamos que todos tengan una muy feliz navidad y próspero año nuevo.

Mark, Jeanine, Jonathan y Raeann


Jonathan y su moto

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